La tentación de la serpiente y la guerra espiritual – Pastor David Jang


I. La creación en Génesis 1 y 2, y la caída del hombre revelada en Génesis 3

El pastor David Jang subraya que el relato de la creación en Génesis 1 y 2 constituye el punto de partida de toda fe y teología. Según él, la frase de Génesis 1:1, “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”, establece el fundamento para comprender el origen de todo el universo, la razón de la existencia y, a la vez, la misión fundamental y el destino de la humanidad. En este “drama de la creación”, Dios proclama la luz en medio del caos, y a través de esa luz se distinguen el tiempo y el espacio, formándose así el Cielo (Heavens) y la Tierra (Earth) con orden. Puesto que cada escena de la creación refleja la bondad divina, finalmente aparece el ser humano, creado a imagen de Dios. En este punto, el pastor David Jang destaca la identidad digna del ser humano (imagen de Dios) y su misión especial (ejercer dominio sobre toda la creación y cuidarla hermosamente). A la vez, Génesis 1 y 2 describen el amor de Dios y el estado perfecto que los humanos pudieron disfrutar en el Huerto del Edén. Dios permitió a Adán comer de todo árbol, salvo el del conocimiento del bien y del mal, dotándolo de libre albedrío y responsabilidad. Según la interpretación del pastor, “Dios no quería controlar remotamente al ser humano como si fuera un robot. Lo creó como un ser personal con intelecto, emociones y voluntad, para que voluntariamente cumpliera la Palabra, amara y obedeciera al Soberano”. No obstante, el problema surge cuando ese ser humano, en lugar de ejercer su libertad conforme a la voluntad de Dios, elige la caída. En Génesis 3, la aparición de la ‘serpiente’ marca ese punto de inflexión.

El pastor David Jang recalca la importancia de Génesis 3:1: “La serpiente era más astuta que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho”. Primero, explica que se declara con total claridad que la serpiente es una criatura hecha por Dios. Esto refuta la visión dualista (la creencia de que, desde el principio, coexisten un Dios bueno y un dios malo de igual poder), que no se sostiene bíblicamente. Comenta: “La Biblia testifica que la fuente del mal no es un dios maligno igual a Dios, sino que el mal proviene de un ser creado por Dios que cayó, Satanás. Es decir, la serpiente era originalmente una ‘bestia del campo’ hecha por Dios, pero se volvió Satán al rebelarse usando su astuta sabiduría. Y esta rebelión en nada disminuye la soberanía absoluta de Dios”. Asimismo, considera que, en Génesis 3, la serpiente no se limita a ser simplemente el reptil que conocemos biológicamente, sino que simboliza a un ser espiritual al que los libros proféticos y el Nuevo Testamento llaman “diablo” o “Satanás”. Por eso enseña que la declaración de Apocalipsis 12:9 —“el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás”— coincide con la serpiente de Génesis 3.

A continuación, explica a través de Apocalipsis 12 cómo Satanás fue expulsado del cielo tras rebelarse contra el orden divino. Allí se describe a Satanás como un gran dragón rojo con siete coronas en la cabeza, poderoso hasta el punto de arrastrar con su cola a la tercera parte de las estrellas del cielo. Pero la Biblia testifica que ese “gran dragón” acabó siendo expulsado del cielo y arrojado a la tierra, y que aquellos que cayeron con él se establecieron en este mundo como gobernantes (Rulers) y poderes (Powers), tiñendo la corriente del mundo y cegando y confundiendo a las personas (según Efesios 6). El pastor David Jang insiste en que reconocer la existencia de este poder espiritual que actúa tras bambalinas es una clave esencial de la cosmovisión bíblica. El verdadero motivo de los actos malvados del ser humano no se reduce a la naturaleza carnal o al entorno, sino que en última instancia proviene de haber sido engañado por Satanás. Aun así, enfatiza que la responsabilidad no recae únicamente en Satanás. El hombre, en uso de su libre albedrío, debe reconocer su propio pecado diciendo “No es culpa de los demás ni de Dios, sino mía”, y arrepentirse. Cuando alguien pregunta: “¿Por qué permitió Dios la caída de la serpiente que Él mismo creó?”, la respuesta, según él, radica en que ese ser espiritual dotado de libre albedrío se rebeló. “Quien nos induce a la tentación no es Dios, sino los engaños de Satanás, pero nosotros tenemos la última palabra para aceptar o rechazar esa tentación”, enfatiza el pastor David Jang.

Él cita Santiago 1:13: “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie”, para señalar que los creyentes no deben caer en el error de achacarle todo a Dios. Hay que comprender que, detrás de las incontables aflicciones y tentaciones de este mundo, actúa en secreto la astuta serpiente —es decir, Satanás— y, al mismo tiempo, debemos admitir que no somos inocentes de esa responsabilidad. El pastor David Jang advierte contra justificar o racionalizar el pecado humano con la idea de que “Dios permitió la caída para que al final pudiéramos disfrutar de una gracia mayor”. Con esa lógica, se estaría transfiriendo la responsabilidad del hombre (criatura) al Creador (Dios). Explica que la interpretación bíblica clara es que el “mandato de no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal” fue dado por un Dios que no tiene nada de malo; Dios buscaba una “relación de amor” con la humanidad, pero el ser humano se sometió voluntariamente a la tentación de Satanás, dejando entrar el pecado.

El pastor David Jang confirma mediante varios pasajes que aquel ser angelical que Dios creó de forma buena terminó cayendo y convirtiéndose en Satanás, el diablo, la serpiente y el dragón. Y señala que esto está relacionado con el núcleo de la doctrina de la salvación. Es decir, el hombre vivía originalmente en la gloria de Dios, pero fue engañado por Satanás, de modo que el pecado entró en el mundo y trajo la muerte. Desde Génesis 3 en adelante, todo el universo gime bajo los efectos de esta caída (véase Romanos 8:22). Sin embargo, la redención anunciada por la cruz y la resurrección de Jesucristo recorre toda la Biblia. Para él, el incidente de la serpiente en Génesis 3 no es solo “la tragedia del entonces y allí” del pasado, sino una tentación real y viva que ocurre “aquí y ahora”. De modo que el creyente debe comprender profundamente “quién es Jesús, quién soy yo, y quién es realmente Satanás, mi enemigo”.

Él suele citar ejemplos de la vida real. Narra una anécdota de la universidad, cuando enseñaba la Biblia y, en medio de la proclamación de la Palabra, percibió espiritualmente cómo una “sombra negra” salía de un estudiante que había acudido casi obligado. “No era mi proclamación, sino la autoridad del Espíritu Santo que acompañaba la Palabra; eso hizo que Satanás no pudiera seguir aferrándose a ese alma”, testifica. Satanás emplea su “sabiduría astuta” para corromper la mente, la voluntad y las emociones humanas, alejándonos de Dios. Pero, al indagar en esa realidad espiritual, “Satanás no es tan grandioso; tiembla ante el nombre de Jesús”, señala. Por ello recalca Apocalipsis 12:9, “fue arrojado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero”, insistiendo en que los creyentes deben saber que participan en una guerra ya ganada.

Sin embargo, no basta con la valentía; como dice Pablo en Efesios 6:10 y siguientes, hay que vestirse de “toda la armadura de Dios”. Es decir, ceñirse con el cinturón de la verdad, revestirse con la coraza de la justicia, calzar el calzado del evangelio, alzar el escudo de la fe, tomar el yelmo de la salvación, blandir la espada del Espíritu (la Palabra) y perseverar en la oración constante, para no sucumbir a la serpiente astuta. El pastor David Jang plantea la pregunta: “¿Por qué fue Eva quien cayó primero en la tentación de Satanás?”. Tras analizar a fondo Génesis 2 y 3, sostiene que Dios dio directamente el mandato a Adán, mientras Eva lo recibió de segunda mano, a través de él. Con la lógica que surge del orden narrativo del texto bíblico, sugiere que “quien ha recibido y comprendido la Palabra de primera mano, podría ser más resistente a la tentación. Eva no era débil por ser mujer, sino porque no había ‘asimilado’ la Palabra con la misma profundidad”. En consecuencia, recomienda a los creyentes de hoy estudiar la Biblia directa y profundamente, aplicarla repetidamente a la vida y thus revestirse para el combate espiritual.

La conclusión del pastor David Jang es que, sea cual sea la astucia de la serpiente o la debilidad humana, la única clave para expulsarla y vencerla está en la gracia de Cristo. Mientras Satanás busca arruinar al ser humano, éste, como hijo de Dios, puede disfrutar del poder del Hijo (Juan 1:12). Esa promesa llega cuando creemos y recibimos a Jesucristo. Génesis 3:15 habla del “descendiente de la mujer que herirá la cabeza de la serpiente”, el protoevangelio, que se cumple en Jesús. Y según su convicción, lo único que logra el diablo es herirnos el “calcañar”. En consecuencia, David Jang remarca que la victoria final de esta batalla santa está ya asegurada por la cruz y la resurrección de Jesucristo. Desde la fe, el creyente participa de esa victoria, y él exhorta a los fieles a no quedar atados por Satanás, sino a arrepentirse reconociendo “Soy culpable”, y a apropiarse de “la autoridad y el poder de Jesús”.


II. El Padre Nuestro y el significado de “no nos metas en tentación”

Al explicar el proceso en que la serpiente tienta a Eva en Génesis 3, el pastor David Jang lo vincula profundamente con un verso del Padre Nuestro: “No nos metas en tentación, mas líbranos del mal”. Afirma que la parte final de la oración que Jesús enseñó en realidad trata directamente de la estrategia de Satanás que aparece en Génesis 3 y de la manera de enfrentarla. Comenta que, si bien se pueden clasificar los contenidos del Padre Nuestro de diversas maneras, la más sencilla es dividirlo en dos grandes bloques: la primera parte se enfoca en el nombre, el reino y la voluntad de Dios, y la segunda en pedir el pan de cada día, el perdón de los pecados y la liberación de la tentación y del mal. Entre estas peticiones finales, “No nos metas en tentación, mas líbranos del mal” se conecta directamente con Génesis 3 y el ardid de Satanás.

Explica: “Cuando llega la tentación, solemos culpar a Dios con facilidad. Pero, como indica la carta de Santiago, Dios no tienta a nadie. Es Satanás quien actúa y es nuestro propio deseo el que concibe y da a luz al pecado”. Por ello, la enseñanza de Jesús en el Padre Nuestro deja claro que, incluso el creyente, reconociéndose débil, necesita orar humildemente: “Dios, por favor, no permitas que caiga en esta tentación, que mi corazón no sea una plataforma para Satanás, guárdame, te lo ruego”. El pastor David Jang califica esta súplica como “oración estratégica”. Si se parte de la premisa de que Satanás puede actuar con gobernantes, poderes e incluso dentro de la propia iglesia, es imprescindible que el creyente contrarreste con la oración. Y esta última parte del Padre Nuestro resume la esencia de esa súplica.

Además, señala que la frase “mas líbranos del mal” no es solo un ruego pasivo de “ayúdame a no hacer el mal”, sino un clamor activo de “rescátame del maligno, Satanás”, en el contexto de una guerra espiritual. “El hombre, cuando está solo, puede caer en cualquier momento; pero si nos aferramos al nombre de Jesús, Satanás no tiene otra opción que rendirse. Recordemos la escena en que los demonios de la región de Gadara suplicaron a Jesús: ‘permítenos entrar en aquellos cerdos’, mostrando la condición miserable y humillante de los demonios. Esa es la verdadera naturaleza de Satanás”. Así, el pastor David Jang interpreta la última petición del Padre Nuestro como “ubícame bajo la cobertura de la sangre y la autoridad de Cristo, de modo que Satanás no pueda irrumpir en mi vida”, un ferviente ruego propio de la guerra espiritual.

Insta a que las iglesias no se limiten a recitar el Padre Nuestro mecánicamente, sino que lo utilicen realmente como un lenguaje de guerra espiritual. Aclara una y otra vez que al pronunciar la petición “Señor, no nos metas en tentación, mas líbranos del mal”, los términos ‘tentación’ y ‘mal’ no son conceptos abstractos. Tal como sucedió en Génesis 3 cuando la serpiente hizo dudar a Eva preguntándole: “¿Acaso Dios te ha prohibido comer del fruto de todos los árboles del huerto?”, el diablo se acerca sutilmente a nuestra vida cotidiana para sembrar dudas acerca de Dios y para animarnos a juzgar según nuestro criterio egoísta. En última instancia, “¿Dios en verdad te prohibió esto? ¿De veras lo hace por tu bien o está ocultando algo?” — y así ejecuta la estrategia de inducirnos a malinterpretar a Dios. El pastor David Jang advierte que esto es lo más peligroso. “La puerta de la caída siempre se abre al comenzar a dudar de Dios; basta una pequeña fisura, y a partir de ahí se concibe el pecado”.

Observa la respuesta de Eva. Ella contesta a la serpiente: “Podemos comer del fruto de los árboles del huerto, pero del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, no debemos comerlo ni tocarlo, no sea que muramos”. El problema es que, revisando Génesis 2, no hay certeza de que Dios expresamente prohibiera “tocar” el árbol. El pastor David Jang afirma que esto indica una falta de precisión en el conocimiento de la Palabra por parte de Eva, o que inconscientemente ya crecía en ella la desconfianza. Este ejemplo ilustra cómo, cuando la gente no conoce bien la Palabra, Satanás halla oportunidades para infiltrar sus mentiras, confundiendo y tergiversando la imagen de Dios. Advierte que, sin aferrarnos al Padre Nuestro en oración, todos corremos el riesgo de absolutizar nuestras opiniones y caer en la trampa del pecado. Por ello proclama: “Tenemos que pelear la batalla espiritual de cada día con el ‘gran escudo’ que es el Padre Nuestro, orando para no caer en tentación y para no ser devorados por el mal”. Este es el camino para discernir los engaños de Satanás y salir victoriosos.

El pastor David Jang también menciona Santiago 1:2 y siguientes: “Hermanos míos, gozaos profundamente cuando os halléis en diversas pruebas”. Reconoce que Dios utiliza de forma soberana nuestras pruebas para forjarnos, produciendo un fruto de bien. Sin embargo, el principio de que Dios no tienta directamente al hombre permanece invariable. Esto significa que el libre albedrío del ser humano sigue presente, y Satanás lo ataca en esa debilidad. De ahí la necesidad urgente de la última petición del Padre Nuestro. “Si el hombre pretende resistir la tentación de Satanás apoyándose únicamente en su voluntad o moralidad, fracasará. La clave es la oración en Cristo. Recordando la cruz en la que Jesús aplastó la cabeza de la serpiente, debemos pedir cada día que esa victoria consumada se convierta en nuestra victoria personal”, enfatiza.

Y esta plegaria no queda restringida al ámbito individual, sino que se extiende a la iglesia, la comunidad, e incluso a la nación y sus gobernantes. Con frecuencia, Satanás se aferra a los gobernantes y autoridades para generar un mal mayor. Dado que Efesios 6:12 declara que nuestra lucha es contra los principados, potestades, gobernadores de las tinieblas de este siglo y huestes espirituales de maldad en las regiones celestes, el ruego “no nos metas en tentación, y líbranos del mal” se convierte en una súplica a Dios para que disipe la oscuridad espiritual que cubre toda esfera política, cultural, social y económica. Con ello, él muestra que el poder de Jesús debe atar a Satanás no solo en el corazón de los creyentes, sino también en las esferas públicas, y que cada cristiano debe brillar como luz en su entorno.


III. La guerra espiritual y el amor de Dios

En conclusión, el pastor David Jang ve en Génesis 1 y 2 la creación y el amor de Dios, y en el capítulo 3 la caída humana, como el “prólogo de la guerra espiritual real”. El hecho de que el primer hombre cayera bajo la tentación de Satanás en aquel Edén tan perfecto muestra que cualquiera de nosotros también puede pecar. Sin embargo, esto no se queda en un mensaje desesperanzador. La Biblia proclama en Génesis 3:15 el evangelio: “La descendencia de la mujer herirá la cabeza de la serpiente”. Se trata de una promesa profética de la obra redentora de Cristo; que al derrotar de raíz el poder de Satanás en la cruz, Jesús abre un nuevo camino para la humanidad.

Cuando el pastor David Jang habla de “guerra espiritual”, se desmarca tanto del misticismo extremo como del sensacionalismo. Se opone al mismo tiempo a la actitud de “aparentar piedad negando su poder” y a la tendencia de enfocar la guerra espiritual solo en fenómenos o experiencias sobrenaturales no confirmadas. Explica que la guerra espiritual que describe la Biblia es “un proceso en el que, mediante la victoria de Jesucristo sobre la serpiente, expulsamos las mentiras del diablo presentes en cada rincón de nuestra vida”. En la práctica, esto se ve cuando el poder demoníaco retrocede al proclamar la Palabra, cuando el pecado es perdonado y la acusación del diablo pierde fuerza, y cuando, al honrar a Dios en la alabanza y la adoración, la oscuridad huye. El pastor David Jang añade que la clave decisiva de este combate es “conocer plenamente el amor de Dios hacia nosotros”. Cuando el amor se enfría, la fe se debilita, y ese vacío se convierte en una oportunidad para la entrada de Satanás. Por ende, el hombre necesita ante todo recordar que es hijo de Dios y afirmar su salvación por la sangre de Cristo, aun siendo pecador.

Para reforzarlo, cita a menudo Juan 1:12: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. Es la restauración de la autoridad perdida por Adán (quien había sido hecho a imagen de Dios para señorear) y arrebatada por Satanás, pero recuperada en Cristo. Así pues, el pastor David Jang afirma que la guerra espiritual comienza con la convicción de que la victoria de Cristo ya nos ha sido dada. Quien lo ignora sigue siendo arrastrado por Satanás, viviendo en tinieblas, angustiado e insatisfecho. Pero si proclamamos nuestra fe en Jesús y la condición de hijos de Dios, la oscuridad no podrá prevalecer contra la luz.

El pastor suele aconsejar: “Si por las noches no puedes dormir y te sientes atormentado, examina si el espíritu de las tinieblas te está afectando”. Y añade: “Cuando oyes la Palabra, adoras y oras en el Espíritu, la noche puede tornarse tan clara como el día”. Cuando Jesús, que es la luz, está presente, Satanás no tiene margen para ejercer su influencia. Testifica numerosos casos de sanidad y restauración que ha presenciado, por ejemplo, un sordo que, bajo la presencia del Espíritu Santo, se liberó de un “espíritu de tinieblas” y recibió de pronto la audición. Pero en lugar de jactarse de tales prodigios, recalca siempre que “la esencia radica en la cruz de Cristo y la autoridad de la Palabra”. Así como la iglesia primitiva sanaba a los enfermos y expulsaba demonios en el nombre de Jesús, sigue habiendo el mismo poder disponible para los creyentes de hoy, lo cual constituye un arma en la guerra espiritual.

No obstante, advierte también contra abusar de ello. Algunos podrían concluir: “Entonces, no deberíamos sufrir en absoluto y cada problema debería solucionarse instantáneamente con un milagro”. Pero la Biblia no enseña tal cosa. Está claro que Satanás nos ataca y que el pecado deja sus huellas y heridas en este mundo. Aun así, el creyente puede “perseverar en la esperanza” porque la victoria de Jesús está con nosotros. Menciona Romanos 8, que habla del anhelo de la creación por la manifestación de los hijos de Dios; la creación entera gime con dolores de parto debido a las secuelas del pecado, y, a la vez, conserva la esperanza de la redención final. En la segunda venida de Jesús, todo será definitivamente renovado, Satanás será lanzado en el abismo sin retorno y los fieles adorarán a Dios eternamente en el nuevo cielo y la nueva tierra. Ese es el mensaje escatológico definitivo que el pastor transmite.

Así, David Jang recorre toda la historia desde Génesis 3, explicando cómo el diablo, llamado Satanás, engaña y hace tropezar al hombre, y conectando esto con la petición del Padre Nuestro: “No nos metas en tentación, mas líbranos del mal”, que ve como esencial en este combate espiritual. En su predicación, mantiene un hilo conductor: si el hombre no enfrenta su pecado, no podrá experimentar el amor de Dios, ni la salvación en Cristo, ni el poder del Espíritu. Pero si el hombre exclama “Soy culpable” y se arrepiente, recibiendo verdaderamente a Jesús, entonces gozará de la asombrosa verdad de que “la victoria de la guerra espiritual ya está sellada”. Y la libertad que ofrece esta verdad conlleva un reposo y un gozo eterno que el mundo no puede dar.

Por último, el pastor David Jang cierra sus sermones exhortando a que no baste con una aceptación intelectual o una curiosidad superficial, sino que se actúe de forma concreta “aplastando la cabeza de la serpiente”. Propone prácticas como entronizar la cruz en el hogar, celebrar un culto de consagración del espacio, proclamar la autoridad de Cristo sobre uno mismo, realizar cultos familiares para establecer el orden espiritual y meditar a diario en la Palabra a fin de que la oscuridad no halle brecha. Añade: “Tal como los demonios suplicaron a Jesús, al final el destino de Satanás es ser expulsado ante el nombre de Cristo. Pero si no creemos en Jesús y preferimos aliarnos al mundo, Satanás seguirá morando en nosotros. La guerra espiritual es real, y hemos de pelearla junto a Cristo”.

En síntesis, toda su exposición engloba “la caída de la humanidad, la responsabilidad del pecado, la astucia de Satanás, la victoria de Jesús y la batalla espiritual del creyente” como un solo espectro. El episodio de la serpiente tentando a Eva en Génesis 3 se ve como un momento crucial dentro de la gran narrativa que va desde el Antiguo Testamento hasta Apocalipsis: el choque entre “el reino de Dios y el reino de Satanás”. Y la petición del Padre Nuestro, “No nos metas en tentación, mas líbranos del mal”, es el arma principal del creyente en esta batalla sagrada. El pastor David Jang declara: “Cuando oramos esto cada día, quizá Satanás intente herir nuestro talón, pero podemos, con el poder de Jesucristo, aplastar su cabeza”. Esta afirmación se asienta en la certeza teológica de que “Satanás, en tanto ser creado, jamás puede equipararse al Creador, y su derrota quedó sellada por la cruz y la resurrección de Jesús”. Del mismo modo, sostiene la convicción de que “Dios es el Soberano absoluto que gobierna todo”.

El mensaje esencial que el pastor David Jang quiere transmitir con este sermón es: “La caída del hombre no es cosa ajena a nosotros; Satanás es un enemigo espiritual que puede empujarnos a caer en cualquier momento. Sin embargo, no temamos; resistámosle en el nombre de Jesús. La victoria de Cristo ya ha sido conquistada, y podemos apropiarnos de ella. Al orar de corazón el Padre Nuestro y velar con arrepentimiento —diciendo ‘Soy culpable’—, Dios nos concederá una salvación y restauración asombrosas”. Sostiene que, dentro de esta verdad, aunque enfrentemos la tentación, podemos resistirla y, más aún, ser fortalecidos espiritualmente, experimentando la victoria de Jesús.

La predicación que David Jang desarrolla partiendo de Génesis 3 explica minuciosamente la relación entre el Dios de amor, el hombre caído y la actividad de Satanás, y concluye destacando la historia de la redención en Cristo y el sentido de la guerra espiritual. Su énfasis constante es que “todos somos pecadores, pero también hemos sido llamados a la salvación en Jesús; por lo tanto, debemos equiparnos contra Satanás y velar en oración”. Y aclara que esta lucha no se libra con nuestra capacidad o razonamiento humanos, sino “en el nombre de Jesucristo”. En pocas palabras, el pastor David Jang recurre a Génesis 1 y 2, la caída del capítulo 3, el Padre Nuestro, la carta de Santiago, Apocalipsis y diversos textos bíblicos para mostrar que el auténtico adversario de la iglesia en la tierra son “las fuerzas espirituales de maldad que gobiernan en las regiones celestes” y, a la vez, anima a los fieles diciendo: “Es una batalla ya ganada, sed valientes”. No impulsa una guerra irresponsable ni fomenta el pánico; más bien, proclama con firmeza: “El que está armado con la Palabra y la oración no cede espacio a las tinieblas”. Y detrás de tal afirmación se alza siempre la convicción: “¿Quién soy yo? Soy hijo de Dios. He heredado la autoridad de Jesús. Las tinieblas no pueden triunfar sobre la luz”. Esa es la sustancia del evangelio y la realidad de la guerra espiritual que el pastor David Jang ha venido subrayando.