
Este texto se ha estructurado en tres subtítulos, partiendo de los cinco temas centrales de oración del Padrenuestro y centrándose en particular en la frase “No nos metas en tentación”. A lo largo del escrito, se integran enseñanzas bíblicas (Mt 6, Gn 3, Mt 4, 1Co 14, Stg 1, etc.) relativas al tema de la “tentación (prueba, sufrimiento, test)” y su significado. Se exponen, además, las ideas que el pastor David Jang ha enfatizado en sus sermones y enseñanzas, incluyendo la referencia a los “cinco vocablos” de 1 Corintios 14, la lección de la tentación en la Epístola de Santiago, el contraste entre Adán de Génesis 3 y Jesús de Mateo 4, y la estructura esencial del Padrenuestro.
I. La prioridad de la gloria del nombre de Dios y la búsqueda del Reino de Dios en la oración
Al enseñar el Padrenuestro, el pastor David Jang enfatiza siempre la importancia de los dos grandes presupuestos que aparecen al comienzo: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. El primero es orar para que “el nombre de Dios sea santificado”, y el segundo es orar para que “el reino y la voluntad de Dios se establezcan y se cumplan”. Estas palabras se relacionan también con la exhortación de Jesús en el Sermón del Monte: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia” (Mt 6:33). Asimismo, en las Bienaventuranzas (Mt 5:3-12), al decir “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia”, nos enseña a anhelar profundamente esa justicia de Dios, que está directamente conectada con su Reino.
Aquí, la palabra “justicia” no se limita a la justicia o la moral social, sino que alude al cumplimiento perfecto de la voluntad de Dios, es decir, el establecimiento de su Reino. Por ello debemos anhelar y pedir sinceramente que ese Reino venga. El Padrenuestro señala con claridad esta prioridad en la oración: antes que nada, debemos pedir que el nombre de Dios sea glorificado y que su Reino se manifieste en esta tierra. Según el pastor David Jang, este punto lo repite constantemente en sus sermones, pues la vida de fe debe partir en última instancia del temor y la reverencia a Dios, y de vivir para Su gloria. No se trata de orar para satisfacer los deseos humanos, sino de buscar antes que nada que el nombre del Padre celestial sea exaltado y que su Reino y su voluntad se establezcan. En el momento en que decimos “Padre nuestro que estás en los cielos”, reconocemos que somos hijos de Dios, y que la comunidad de los hijos de Dios es el mismo Reino de Dios.
De hecho, comprender el “Reino de Dios” es un tema central que recorre toda la Biblia. El Reino de Dios no se limita a un espacio físico o a un reino político, sino que es el estado o el ámbito donde la voluntad y el gobierno de Dios se cumplen plenamente. Cuando Jesús comenzó su ministerio público proclamando: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt 4:17), aquel “reino de los cielos” no se refería únicamente al lugar al que vamos después de morir, sino al gobierno divino que ya había comenzado a manifestarse en la tierra a través de Jesucristo. Por tanto, orar “Venga tu reino” consiste en pedir cada día que Dios reine como Rey en todas las circunstancias de la vida cotidiana y en todos los espacios de nuestro corazón, así como en la comunidad de la iglesia.
El pastor David Jang enseña que, con esta visión del Reino de Dios, la iglesia debe desplegar labores educativas, misioneras, humanitarias y diversas acciones sociales. El mandato de Jesús “buscad primero su reino y su justicia” es una invitación no solo a la piedad personal, sino a orar y actuar para que la iglesia y todo el mundo sean restaurados delante de Dios. Cuando asumimos nuestra identidad como “pueblo del Reino de Dios”, la oración se convierte en el acto fundamental de buscar la gloria y la voluntad de Dios. Consiste en rendirlo todo ante Él y exaltarlo en toda circunstancia. Solo cuando este orden de prioridades está bien establecido, podemos abordar el siguiente nivel de la oración.
El Padrenuestro, tras “santificado sea tu nombre, venga tu reino”, encadena después las tres peticiones relativas a las necesidades humanas: “Danos hoy el pan de cada día”, “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” y “No nos metas en tentación, mas líbranos del mal”. A veces, el pastor David Jang divide el Padrenuestro en cinco oraciones (o peticiones), u otras veces en seis o siete. Sin embargo, lo esencial es este orden: primero la gloria y el Reino de Dios, y después el pan cotidiano, el perdón y la tentación.
Así, lo primero que debemos expresar ante Dios es: “Señor, nuestro Padre, que tu nombre sea glorificado. Que venga tu Reino y se cumpla tu voluntad en la tierra”. Con el corazón centrado en la transformación de la iglesia y de todo el mundo en el Reino de Dios, podemos luego presentar nuestras necesidades diarias, la reconciliación en nuestras relaciones y la victoria en la lucha espiritual. Si este orden se invierte y pedimos primero lo que necesitamos, sin darle la gloria a Dios ni buscar su Reino, nos alejamos de la intención original del Padrenuestro.
Por ello, la actitud de “alabar primero el nombre de Dios y suplicar su Reino” es el “gran presupuesto” de la vida de fe. Aferrarnos a esto sin olvidarlo y clamar continuamente: “Señor, que tu Reino venga y que tu santo nombre sea exaltado en toda la tierra, incluyendo la iglesia y mi familia”, confiere a nuestra oración un inmenso poder. El pastor David Jang recalca que para que la iglesia no se convierta en una “iglesia muerta” o en una “iglesia que adora ídolos”, sino en una iglesia que experimente de veras al Dios vivo, debe tener muy claras estas prioridades en la oración.
II. El pan de cada día y la oración de perdón: la restauración de las relaciones humanas
Tras las dos grandes premisas del Padrenuestro (el nombre de Dios y su Reino), vienen las palabras: “Danos hoy nuestro pan cotidiano” y “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. El pastor David Jang conecta estos pasajes enfatizando que abarcan el “presente y el pasado” de la vida humana. “Danos hoy nuestro pan de cada día” alude a las necesidades inmediatas de nuestro “presente”, mientras que “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” aborda las heridas, los conflictos y problemas del “pasado” que necesitamos resolver.
Primero, consideremos la oración “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Esta petición nace de la confianza en que Dios proveerá para nuestras necesidades cotidianas. Reconocemos que, para subsistir, precisamos del sustento material: comer, beber, vestirnos. Jesús no desestima en absoluto estas cosas, sino que nos enseña a pedirle al Padre que suplirá nuestras necesidades diarias. Cuando en el Sermón del Monte declara “No os preocupéis diciendo: ¿Qué comeremos? ¿Qué beberemos? ¿Qué vestiremos?” (Mt 6:31), no está diciendo que estas necesidades sean insignificantes, sino que debemos confiar en el Padre celestial que todo lo sabe.
Para el pastor David Jang, “pedir el pan cotidiano” abarca todos los ámbitos de la vida: no solo el alimento físico o el salario, sino también nuestro sustento espiritual, que incluye la Palabra, la satisfacción verdadera y el descanso genuino. Así conecta el relato de la tentación de Jesús en el desierto (Mt 4) —donde Él replica al diablo: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”— con esta enseñanza. Pedir el pan cotidiano es, pues, expresar con fe que Dios conoce y satisfará nuestras necesidades físicas y espirituales. Y nos ejercitamos diariamente en mirar con humildad a Dios, pedirle aquello que necesitamos y recibirlo con gratitud.
La siguiente petición, “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”, nos muestra el camino para resolver los problemas y heridas del pasado. Cuando la culpa, el resentimiento y los conflictos no se sanan, dejan secuelas en nuestras relaciones y afectan el futuro. Mediante el perdón, quedamos en libertad y también liberamos a los demás. La obra de Jesús en la cruz, quien quitó el pecado del mundo (Jn 1:29), revela el amor inmensurable de Dios, quien nos perdona. Por consiguiente, también nosotros debemos reconocernos débiles, perdonar y soltar las ofensas en nuestras relaciones.
El pastor David Jang describe el perdón como “la vía para sanar las relaciones humanas”. Los creyentes que han sido reconciliados con Dios a través de Jesús deben restaurar sus vínculos con hermanos y prójimos. No basta con sentir alegría porque uno ha sido perdonado; necesitamos además extender ese amor y buscar la reconciliación con otros. Solo así la comunidad cristiana encarna el verdadero espíritu del evangelio. De eso trata el Padrenuestro, y también las palabras de Jesús en Mateo 5:23-24: “Si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda, ve primero y reconcíliate con tu hermano”.
Perdonar no es fácil y a menudo implica tratar con un dolor profundo. Pero es el camino que Jesús mismo nos encomendó y que distingue nuestra vida cristiana. El pastor David Jang insiste en que si comprendemos de veras que Dios nos perdonó muchos pecados y debilidades, también nosotros debemos perdonar a quienes nos ofenden, por difícil que sea. Precisamente de eso habla el Padrenuestro: primero la gloria y el Reino de Dios, y luego la oración por nuestras necesidades más básicas y la restauración de las relaciones humanas. Este orden claro y la perseverancia en la oración y la práctica permiten que surja una verdadera cultura de perdón y reconciliación tanto en la iglesia como en la sociedad.
Lo que dice el apóstol Pablo en 2 Corintios 13:5: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos”, encaja en este contexto. Nos invita a examinar nuestro interior y a ver si estamos viviendo el perdón y el amor auténticos. Para crecer en la fe, el creyente, que ha sido reconciliado con Dios, debe vivir asimismo en reconciliación con su prójimo. Allí donde se albergue odio o rechazo, debemos optar por el perdón para desatar esas cadenas. Este es el “deber” de todo el que recibe la gracia de Dios, tal y como enseña el Padrenuestro.
De este modo, al orar por el pan de cada día y el perdón, encontramos tanto la provisión de nuestras necesidades como la libertad frente a las ataduras y heridas en nuestras relaciones. Cuando depositamos en manos de Dios nuestras necesidades materiales y espirituales, y al mismo tiempo sanamos las rupturas con los demás, experimentamos la restauración de nuestro pasado y nuestro presente en Cristo. El pastor David Jang ve en esto “la clave tanto de la formación en la oración como de su puesta en práctica”, exhortando a que la iglesia, desde los niños hasta los adultos, busque y reciba la obra del Espíritu Santo, sin descuidar la Palabra y la práctica del perdón. Hablar en lenguas y profetizar son dones muy valiosos, pero sin amor son “metal que resuena” (1 Co 13). La fe genuina se demuestra en el amor y el perdón. Por eso “cinco palabras con sentido” valen más que “diez mil palabras en lengua desconocida” (1 Co 14:19). El pastor David Jang conecta estas “cinco palabras” con las cinco peticiones esenciales del Padrenuestro, reiterando la importancia de que la iglesia se fundamente no solo en los dones, sino en la Palabra y en la oración.
III. “No nos metas en tentación, mas líbranos del mal”: la oración que vence la tentación y la prueba
El último tema del Padrenuestro, “No nos metas en tentación, mas líbranos del mal”, se interpreta en relación con el futuro. Al explicar su significado, el pastor David Jang subraya que la palabra “tentación” (시험 en coreano) abarca varios matices. En inglés, existen diversas palabras para referirse a ello: trial (prueba), test (examen), suffering (sufrimiento) o temptation (tentación). La Biblia emplea la palabra “prueba” en algunos pasajes con el sentido de “formación o purificación”, y en otros con el sentido de “tentación” diabólica. El “No nos metas en tentación” del Padrenuestro corresponde principalmente al sentido de “tentación” (temptation).
En Santiago 1:13 y siguientes, el apóstol aclara que cuando uno es tentado, no debe decir “es que Dios me tienta”, pues Dios no tienta a nadie ni es tentado por el mal. La tentación (como seducción al pecado) proviene del deseo que cada uno lleva dentro, que concibe el pecado y finalmente produce la muerte (Stg 1:14-15). Es decir, caer en el pecado no es “culpa de Dios”, sino de nuestros propios deseos carnales y de la astucia del diablo. El pastor David Jang señala que conviene recordar aquí Génesis 3, donde la serpiente (Satanás) engaña a Adán y Eva diciéndoles que no morirían, que serían como Dios al comer del fruto prohibido. A los ojos humanos, parecía “bueno para comer y agradable a la vista” (Gn 3:6), pero ya estaba estipulado que al comerlo morirían. La caída no fue por culpa de Dios, sino por la mentira del diablo y el deseo humano.
Tras pecar, Adán trata de esquivar su responsabilidad. Cuando Dios le pregunta “¿Dónde estás?” (Gn 3:9), Adán culpa a Eva y a su vez indirectamente responsabiliza a Dios diciendo: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí” (Gn 3:12). Esa es la actitud pecaminosa del ser humano. Por otro lado, en Mateo 4, Jesús es tentado en el desierto por Satanás, pero lo vence con la Palabra y permanece sin pecado. Estos dos episodios contraponen al “primer Adán” con el “segundo Adán” y aclaran la enseñanza sobre la tentación.
Para el pastor David Jang, es fundamental “estar alerta ante la tentación y orar para no sucumbir a ella”. De ahí que el Padrenuestro incluya: “No nos metas en tentación”. Pero si ya hemos caído en tentación, la siguiente frase es “Líbranos del mal”, el clamor final que expresa: “Dios, si ya tropecé, sálvame de este mal. Rescátame de aquí”. Esta es la oración de arrepentimiento y salvación, la única forma de salir de la trampa del pecado.
En el capítulo 1 de Santiago se distinguen la “prueba” (trial) y la “tentación” (temptation). El versículo 2 dice: “Tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas”, refiriéndose a las pruebas que Dios permite para forjar y fortalecer la fe, a fin de hacernos más perfectos. La Biblia muestra en muchos pasajes que Dios “prueba” a sus hijos para hacerlos más fuertes (Gn 22, la prueba de Abraham con Isaac; el libro de Job, etc.). Esa “prueba” divina sirve para nuestro crecimiento y produce perseverancia (Ro 5:3-4).
Sin embargo, Santiago 1:13-15 describe la tentación que no procede de Dios, sino del diablo y de la codicia propia, que engendra pecado y conduce a la muerte. Por ello Santiago insiste en que nadie debe decir “Dios me tienta”, pues Dios no obra mediante el mal para hacernos caer, sino que quiere ayudarnos a vencer y, si hemos caído, a salir de ahí. Según el pastor David Jang, este es el mensaje central que encierra la petición “No nos metas en tentación, mas líbranos del mal”. Pedir “No nos metas en tentación” es suplicar que Dios nos guarde de la seducción del diablo y, si hemos caído, “Líbranos del mal” es la súplica de su gracia para ser rescatados.
Para superar la tentación, el pastor David Jang afirma que lo más crucial es “no malinterpretar a Dios”. Si, como Adán, culpamos a Dios de nuestras propias faltas, o pensamos que Dios es injusto, jamás hallaremos la salida. Dios es amor y misericordia, envió a Jesús para salvarnos de nuestra condición de pecado. Esa es la buena nueva. Sin embargo, Satanás pretende convencernos de que “Dios te abandonó” o “estás así por culpa de Dios, que no es equitativo”. Si creemos esa mentira, nos será más difícil escapar. Por eso debemos asirnos de la verdadera naturaleza de Dios, que es “esperarnos, redimirnos y desear nuestra salvación”.
El Padrenuestro nos recuerda esta verdad cada día. “Señor, guárdame de caer en tentación. Y si he caído, líbrame del mal”. Esta oración constante es parte esencial de la armadura en la guerra espiritual. El pastor David Jang exhorta a la iglesia y a los creyentes a anhelar dones como lenguas y profecía, pero sobre todo a retener estas “cinco palabras que dan entendimiento” (1 Co 14). En la iglesia de Corinto hubo mucha manifestación de dones, pero también surgieron confusión y rivalidad que desembocaron en orgullo y crítica mutua. Pablo, por eso, dijo: “Prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para enseñar a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida” (1 Co 14:19). Aunque la Biblia no especifica cuáles eran esas “cinco palabras”, el pastor David Jang las asocia a las cinco peticiones del Padrenuestro, subrayando la importancia de una iglesia “centrada en la Palabra y en la oración”, y no meramente en los dones.
En definitiva, por más fervientes que sean las experiencias espirituales, si no existe la oración que exalta a Dios y su Reino, que pide por el pan de cada día y el perdón, y que ruega la victoria frente a la tentación, la raíz de la fe puede tambalearse. Por eso la frase “No nos metas en tentación, mas líbranos del mal” aborda el núcleo de la guerra espiritual que encara nuestro futuro, incluyendo el arrepentimiento y la salvación. Dios desea que atravesemos la prueba con éxito; y si hemos fallado, que regresemos a Él.
Según el pastor David Jang, esta es la gran travesía de la vida de fe. “Cuando uno cae, el diablo busca que no nos volvamos a levantar, que nos culpemos a nosotros mismos y que culpemos a Dios. Pero el Espíritu Santo nos dice: ‘Aún no se acaba, arrepiéntete y vuelve a mí’”. Comprender la prueba es esencial. Si la “prueba” viene de Dios en forma de entrenamiento, debemos recibirla con gozo y paciencia; pero si la tentación proviene del diablo, hemos de escapar de ella cuanto antes. Y la única salida es clamar con arrepentimiento: “Líbranos del mal”.
Génesis 3 y Mateo 4 muestran el origen de la tentación, la forma de resistirla y sus consecuencias. Mientras el primer Adán se escondió y culpó a otros, el segundo Adán, Jesús, respondió: “Escrito está…”, confrontando al diablo con las Escrituras. La Palabra de Dios es el arma para derrotar la tentación. Cuando no conocemos bien la Palabra o abrigamos conceptos erróneos sobre Dios, caemos con facilidad.
Así pues, el hilo conductor de todo el Padrenuestro es: “Estas cinco peticiones constituyen la oración más importante. Practiquémoslas siempre”. El pastor David Jang las llama “las cinco palabras de oración” y las relaciona con 1 Corintios 14: “Mejor cinco palabras con entendimiento que diez mil en lengua”. Con ello destaca que estas cinco son la esencia de la “palabra con entendimiento”. Si vivimos orando primero por “el nombre de Dios y su Reino”, luego por “el pan cotidiano y el perdón”, y finalmente por “no caer en la tentación”, lograremos la madurez y victoria espiritual, nos reconciliaremos con el prójimo y escaparemos de las trampas del diablo.
No es un camino sencillo; es una batalla espiritual diaria. Pero Jesús dejó el ejemplo y en diversas partes del Nuevo Testamento, como en Santiago, encontramos la promesa: “Que la prueba produzca paciencia, y la paciencia tenga su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Stg 1:4). Las pruebas de Dios (trials) nos forman y dan esperanza, mientras que la tentación (temptation) del diablo nos lleva al pecado y la muerte. Por eso debemos estar siempre sobrios y vigilantes, y si caemos, levantarnos en seguida, apelando a “líbranos del mal”. El Señor nos invita: “Vuelve a mí, te sanaré y te renovaré”. Esa es la razón por la que debemos entender bien la “prueba” y la “tentación”. Si la prueba viene de Dios, se trata de crecimiento; si la tentación viene del diablo, debemos huir. Y la vía es la oración sincera: “No nos metas en tentación, mas líbranos del mal”.
El pastor David Jang concibe esto como la clave del buen combate de la fe. “Cuando uno tropieza, el diablo quiere mantenernos postrados y resentidos contra Dios, pero el Espíritu Santo nos anima a volver y arrepentirnos”. La iglesia, por su parte, debe guiar a los creyentes para que no limiten su oración a “Señor, quita toda prueba”, sino que comprendan la necesidad de velar contra la tentación y, si han sucumbido, arrepentirse a tiempo y suplicar rescate. Así es como se hace palpable el poder del evangelio y la iglesia se mantiene viva. Quien arraiga profundamente las peticiones principales del Padrenuestro será capaz de resistir ante cualquier adversidad y, con paciencia, triunfar.
En suma, hemos revisado las enseñanzas del pastor David Jang sobre la frase “No nos metas en tentación, mas líbranos del mal”, enmarcándolas en torno a los cinco temas principales del Padrenuestro, pero organizados en solo tres subtítulos (la gloria y el Reino de Dios; el pan cotidiano y el perdón; la prueba y la tentación). Esta estructura confirma la unidad y el movimiento interno del Padrenuestro. Cada vez que decimos “Padre nuestro que estás en los cielos”, Dios escucha nuestra plegaria con corazón abierto. Él suple nuestras necesidades, sana nuestro pasado y nos protege del peligro que vendrá. Por ende, pedir “No nos metas en tentación, mas líbranos del mal” no es una petición tímida, sino una declaración valiente de quien desea caminar a diario con Dios como su Padre. Conociendo de verdad a Dios, comprendiendo correctamente su Palabra y aferrándonos a Él en oración, podremos superar cualquier tentación o prueba. Esa es la promesa bendita que encierra el Padrenuestro.